jueves, 25 de noviembre de 2010

Arte en el metro de Santiago

A veces, sobretodo cuando voy en el metro, me descubro mirando a la gente con el interés que un astrónomo tiene en los planetas u otros cuerpos celestes. Fascinado, casi como si estuviese frente a una materia de estudio extraña y tremendamente desconocida. Y en un segundo recuerdo —con un buen grado de sorpresa— que soy uno de ellos. Que soy de la misma especie. 

Los retratos gigantes que hallé en la estación Bellavista del metro de Santiago me hicieron detenerme. Quien los haya pintado sin duda ha observado a la gente de un modo similar, estoy seguro. Seleccionó ejemplares modelos de las variedades disponibles en esta especie, la humana; variedades que a veces parecen tan distintas, a pesar de que seamos todos tan semejantes. 

Somos mucho mejores cuando somos amados. Somos mucho más parecidos que diferentes. Somos complejos los humanos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿Taiwán? ¿o te hací'? ("Una sola China")

"Una sola China"

Dicho así, suena bien. Parece un mensaje de unidad. Parece un mensaje conciliador.

Sin embargo, al ver todo lo que está implicado en esa frase, queda muy claro que en la práctica se está amparando la agresión de un Estado contra otro, en la práctica.

"China" es como le decimos hoy popularmente al país cuyo nombre oficial es "República Popular de China". Su sistema de gobierno difiere en muchas cosa de las democracias occidentales, sin que yo ahora vaya a referirme a si esto la hace moralmente reprensible o no. Tampoco quiero que se interprete como que creo que las democracias occidentales son "el mundo libre" y todos los demás son esclavos reprimidos. Esa es la imagen que a algunos les gusta vendernos, pero yo no la compro ni la vendo.

Volviendo a "China". Decíamos que su nombre oficial es República Popular de China (RPC). Esto es importante porque en el mundo hay otra "China": la llamada República de China (RDC). Su territorio actual es pequeñísimo. Pero alguna vez fue más grande que el de la "China" moderna (RPC).

Dicho de forma simple, lo que pasó en China fue una guerra civil: En ella, el bando que perdió no fue derrotado por completo, y logró mantenerse y defender un territorio. Esa es la República de China. En general, hoy la gente la conoce como Taiwán. Su capital es Taipéi, y es un país próspero. Sus autoridades se eligen por voto popular, y su esquema de gobierno es bastante más parecido al de las democracias occidentales que al de la República Democrática de China. 

Cuando En 1949 se redactó la Constitución de la RDC, se estableció Taipéi como su capital temporal, transitoria. Se esperaba que la guerra civil tuviera un vuelco y se lograra derrotar a la recién formada RPC, que había establecido su capital en Pekín. En ese tiempo, las Naciones Unidas mantuvieron a la RDC como miembro permanente del Consejo de Seguridad, de hecho, casi esperando que la guerra civil terminara reinstalando al gobierno de RDC en todo el territorio de China. Dicho de otro modo, se esperaba (¿se deseaba?) que la RPC perdiera la guerra.

La historia, sin embargo, fue diferente. Han pasado décadas, y el gobierno de la RDC no ha salido de su confinamiento en Taiwán, la principal de las pequeñas islas que tiene bajo su régimen y soberanía. En cambio, la RPC, con capital en Pekín, se ha transformado en una potencia mundial en sentido económico y militar que rivaliza con la superpotencia de Estados Unidos. La guerra no tuvo el vuelco esperado. Tanto es así, que en 1970 las Naciones Unidas le quitaron a RDC su sillón en el Consejo de Seguridad, y se lo dieron a la RPC, la "China" que todos conocemos.

Desde hace décadas que el gobierno de Pekín, el de la RPC, sostiene que la RDC debe desaparecer e integrarse con ellos. Ha habido diferentes tonos y se ha planteado en diferentes términos a lo largo del tiempo, pero básicamente Pekín quiere terminar de ganar la guerra civil que no ganó en la década del 50. Quiere acabar con el Estado que, en la práctica, se formó como consecuencia de dicha guerra.

Lo que es extraño es que el gobierno de Pekín se declara oficialmente comunista. A mí quizás eso no me moleste, o quizás sí, pero ese no es el tema ahora. El tema es que parece muy curioso que los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, etc., no hablen en contra del régimen comunista de China, ni suelan condenarlo, ni mucho menos sancionarlo, por sus atropellos a los derechos humanos, como sí hacen con frecuencia con Cuba. Gruñir y sancionar a un país chico no es problema, pero irse en contra del gigante asiático es bastante más complicado.

No estoy pidiendo en estas líneas que sancionen a la RPC. Estoy apuntando a la inconsecuencia de los que no la condenan pero sí sancionan a Cuba, por hechos similares en naturaleza (aunque no en cantidad).

Aquí es donde entra nuestro gobierno. Sí, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, declaró en su visita a la RPC que él estaba de acuerdo con el principio de "una sola China". Con eso, no sólo comete la misma incoherencia que cometen las potencias occidentales, de hablar en contra de los regímenes comunistas pero no condenar por ello a China; sino que además está apoyando a Pekín en su deseo de incorporar a la RDC a su territorio y hacerla desaparecer como Estado soberano. En el fondo, está avalando la absorción de un Estado chico por uno grande. 

Para ponerlo en términos más cercanos, sería como que dijera que le parece bien que Estados Unidos se tome Panamá y haga desaparecer el Estado panameño y convierta a ese territorio en parte de Estados Unidos. ¿Suena bien eso? ¿Qué me dirías si cambiamos el nombre del país chico de Panamá a, digamos, Chile? ¿Te gustaría que un país gigante nos absorbiera sin nuestro consentimiento? ¿Te parecería bien que un Presidente de un país distante dijera que eso está bien?

Las versiones oficiales de "las dos Chinas" pueden decir muchas cosas, pero en la práctica hace medio siglo que son dos países independientes, con pueblos diferentes y con organización política y cívica diferente. Si llega el día en que ambos pueblos decidan unirse y formar un solo país, bien por ellos. Es asunto de ellos y si así lo prefieren, que así lo tengan. Pero eso no es algo que deba imponerse por el más grande al más chico, ni mucho menos algo que deban decidir un gobierno, sin considerar la voluntad del pueblo, que es el soberano, al fin y al cabo. Pero aun peor que eso, es el entrometimiento de un tercero en una materia que no le compete en absoluto, y que lo haga, a todas luces, por simples intereses económicos. Lo que Piñera ha hecho es elevar el principio comercial "el cliente siempre tiene la razón" al nivel de las relaciones diplomáticas, a las relaciones entre países.

¿Alguien dijo que el que sea empresario especulador no importaba?

Si un día Brasil y Ecuador deciden unirse por voluntad de los pueblos de ambos países, bien por ellos. Pero si se tratara de la exigencia del Gobierno del país más grande y poderoso, Brasil, no se trataría de unión, sino de anexión. Y estaría muy mal que nuestro Gobierno apoyara la decisión de ese Gobierno extranjero por el mero hecho de ser un cliente demasiado importante como para enemistarlo.

Es obvio que Piñera y sus asesores se aventuraron a hacer esto porque sabían que los chilenos no tenemos ni la menor idea de la historia de China. No se habrían atrevido a hacer algo así en con países más cercanos. En ese caso nos habríamos escandalizado y le habrían llovido las críticas. Pero como se trata de un tema en el que somos ignorantes, le "echaron pa'elante" y "pasaron piola". Contaron con nuestra ignorancia. Contaron con los "buenos" efectos de nuestra mala educación. "Buenos" para sus pretensiones. "Buenos" para los intereses económicos que en su opinión son más relevantes que los morales. Esta es una de las razones por las que nuestra educación no ha sido mejorada. A ese sector de nuestra sociedad no le conviene un pueblo educado. Un pueblo educado fiscaliza a sus autoridades. Un pueblo educado critica, pide cuentas, está atento.

Si has llegado a leer esto, te lo agradezco, y te felicito. La mayor parte de mis contactos en Twitter hablan hoy de la partida de un entrenador de fútbol, como si fuera el tema más relevante de la actualidad nacional. Y es el único tema que ha levantado críticas masivas contra el Gobierno. Es que, bueno, es la educación que se nos ha dado, y la que hemos permitido que se nos dé. Es, al final, la educación que nos hemos dado.

Una vez más me he extendido demasiado. Que Taiwán nos perdone. Nuestro Presidente ha hablado en nuestro nombre, y no hemos dicho "estás equivocado". Y en nuestro nombre ha dicho que Taiwán no debe ser libre, que debe ser sometido por una potencia extranjera (¿o "estrangera"?). Qué pena que no le hayamos contestado con fuerza y con claridad "¿Taiwán? ¿o te hací'?"



sábado, 13 de noviembre de 2010

No soy cardiólogo pero hablaré del corazón

"He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos" (El Zorro hablando al Principito en El Principito de Antoine Saint-Exupéry)

Esta famosa sentencia expresa muy bien una verdad que muchos hemos sentido y palpado: Hay cosas que sólo el corazón puede entender. Muchos enamorados concordarán con esta idea y la celebrarán pensando en su otra mitad... lo cierto es que —aunque no lo descarta— el contexto de estas palabras que el Zorro dirige al Principito muestra claramente que él no hablaba sólo de amor de pareja, sino de algo mucho más abarcador: De la vida en general. Muchas veces me he encontrado con este tipo de cosas en el camino... No las he podido ver con los ojos, pero las he visto con el corazón.

Por lo tanto, no trepido en decir que esta idea es cierta.

Sin embargo, he comprobado dolorosamente también —y supongo que no soy el único— la veracidad de otra famosa declaración. Menos literaria, menos poética, menos artística... pero no menos cierta:

"El corazón es más traicionero que cualquier otra cosa y es desesperado. ¿Quién puede conocerlo?" (Jeremías, profeta judío del siglo VII aEC)

Millones de divorcios, rupturas, peleas, quiebras financieras, etc. a lo largo de la historia y hasta hoy mismo, mientras escribo (y mientras lees) demuestran la veracidad de esta sentencia también. ¿Cuántas veces no hemos creído sentir algo y al tiempo después vemos que ese sentimiento no era tan permanente como creíamos? "Creo que me dejé llevar... en verdad, nunca la amé", "es que era tan linda, que no pude resistirme", "la posibilidad era muy tentadora, y ahora estoy pagando las consecuencias..." ¿Suenan familiares esas frases? ¿Y qué me dicen de esta? "No, es que en ese tiempo yo era un niño chico.. eso no era amor ¡Pero ahora es diferente! Esto sí que es amor!"... ¿De verdad? ¿Cómo lo sabes?

Lo siento, el corazón es traicionero. Esta idea, me temo, también es verdad.

¿Cómo conciliamos entonces estas dos "verdades" aparentemente antagónicas y contrapuestas? ¿Es traicionero el corazón? Si es así ¿cómo es posible que sólo con él se pueda ver bien? Dicho de otra forma: ¿Le hago caso a todo lo que me dicta el corazón? ¿Confío en él? ¿O debiese verlo como un traicionero, y por lo tanto desconfiar de cada cosa que me "diga" o "dicte"? ("¿Me la juego con ella o no me la juego? Mi corazón me dice que sí... ¿confío en él, que es lo que parece sugerir el Zorro al Principito? ¿O desconfío de él, que es lo que objetivamente me dice Jeremías?")

No contestaré esta pregunta. No hoy. No creo tener la respuesta del todo clara. O quizás la tengo, pero también tengo sueño, no lo sé.

Somos complejos los humanos.


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Respondí (o creo haber respondido) esta cuestión en mi siguiente entrada

domingo, 7 de noviembre de 2010

Llueve otra vez, cuando menos lo esperábamos (Aunque fuimos advertidos)

Cuando empecé esta página web, pretendía escribir reflexiones sobre cosas aparentemente sin importancia, pero profundas y relevantes. Cosas trascendentes. Cosas que solemos desatender por dar prioridad a las momentáneas que sean urgentes. Es muy fácil confundir lo urgente con lo importante. Debido a esto muchas veces desatendemos cosas que sí son importantes, sólo porque no son tan urgentes como otras.

A pesar de esa intención inicial, me he visto arrastrado a escribir sobre temas más momentáneos. Aunque siempre con el objetivo de que nos digan algo sobre temas subyacentes de mayor peso. Es el caso de la autodenuncia de un usuario de Twitter ante un tribunal; o el recuento de hechos que se sucedieron el 11 de septiembre de 1973, que puse aquí a pedido de varios usuarios de Twitter que leyeron mi publicación gradual de ellos en esa plataforma. Sí, Twitter ha influido en esta página web de reflexiones.

Hoy me siento convocado nuevamente por hechos tristes y amargos a reflexionar, y a denunciar. No es que quiera ser una persona triste. Es que no quiero cerrar los ojos a la realidad y hacer como que nada malo ocurre.

El 7 de noviembre de 2002, Álex Lemún Saavedra (para entonces de 17 años) recibió un tiro en la cabeza que resultó en su muerte. Su asesino no era un ciudadano cualquiera: Era un carabinero. Tampoco un carabinero cualquiera: Era mayor de Carabineros. ¿Su nombre? Marcos Aurelio Treuer Heyssen. Tras ocho años, nunca se ha hecho justicia. Marcos Treuer sigue en servicio activo, y ha sido ascendido en su institución desde entonces.

Hoy se cumplen 8 años del cobarde ataque a Álex, un menor de edad. ¿Por qué no se ha hecho nada? Supongo que si el asesinato se hubiera dado en Las Condes y no en Ercilla; y si la víctima fuera de apellido Edwards y no Lemún, la "Justicia" habría sido más rauda y fluida.

El caso de Matías Valentín Catrileo Quezada (22 años al momento de ser asesinado en 2008) es similar. Su asesino, el cabo de Carabineros Walter Ramírez Inostroza, fue hallado culpable por la Justicia, y condenado. Pero su pena (sólo 3 años de cárcel) no sólo fue corta, sino que fue remitida: Los dos años que duró la investigación y el juicio se consideraron suficientes para dar la pena por cumplida. Hoy Walter Ramírez está libre. Pero no sólo eso: Sigue siendo carabinero. Está en servicio activo en Aysén. No fue dado de baja por la institución, a pesar de haber sido condenado por un tribunal. En otros casos, un simple robo ha sido suficiente mérito para dar de baja a un funcionario de Carabineros. ¿Tengo que mencionar que el apellido de Matías es Catrileo y no Edwards?


Jaime Facundo Mendoza Collío (24 años al momento de su muerte en 2009) fue asesinado por Miguel Patricio Jara Muñoz, carabinero perteneciente al GOPE, la rama militarizada de la policía de Chile. Hoy se ha descubierto que después de haberlo asesinado, Miguel Jara y sus compañeros (muy probablemente con la complicidad de su jefatura) alteraron las evidencias y la escena del crimen para exculpar al asesino. Lo que digo se ha publicado en medios serios. No se trata de una acusación al aire. Aquí hay un ejemplo.


A veces uno lee en la historia los asesinatos cometidos con la más completa impunidad por autoridades , como el caso de Herminda de la Victoria, o la matanza de la escuela Santa María de Iquique, y piensa que esas aterradoras realidades son cosa del pasado. Supongo que nos decimos eso para quedarnos tranquilos y seguir con nuestras vidas. Lo cierto es que este tipo de hechos sigue sucediendo.

Hoy llueve sobre Santiago, a pesar de ser noviembre. Durante toda la semana se nos advirtió que esto sucedería. Aun así, me costaba imaginarme que llovería a esta altura de la primavera. Nunca he visto que suceda, así es que no va a suceder... parece que eso es lo que pensé.

Quizás lo mismo nos ocurra con estas historias de asesinatos impunes. "Nunca las he visto, no pueden ser verdad". Nuestro cerebro nos protege del dolor. O eso intenta. Lo cierto es que si le hacemos caso, nos volvemos indiferentes, violentamos el sentido de la justicia, y abrimos la puerta para que estas atrocidades ignominiosas sigan ocurriendo. Quién sabe, tal vez un día nos toquen de cerca. Quizás cuando el muerto, o el torturado, sea un amigo o familiar nuestro, clamaremos por justicia. Y entonces palparemos la gélida indiferencia de la mayor parte de la sociedad, que prefiere seguir con sus vidas como si nada hubiera pasado. "Nunca lo he visto, no puede ser verdad". Como la lluvia de hoy.

No son pocas las personas que advierten de estas atrocidades. Tal como no fueron pocas las que nos advirtieron de la lluvia de hoy. Pero no las escuchamos, ni a las unas ni a las otras. Llamo desde estas humildes líneas, a los pocos lectores que tendrán, a no dejar que el olvido nos consuma, ni que la indiferencia nos mate antes que se nos detenga el corazón. Si conociéramos bien la historia, veríamos que estos crímenes han sucedido, son reales, son ciertos, son posibles. Conocer la historia bien, rompe la ilusión del "nunca lo he visto, no creo que suceda". Conocer la historia bien, nos ayuda a ver que incluso hoy las condiciones están dadas para la impunidad de los asesinos con poder estatal, que nada les impide volver a cometer los mismos crímenes de ayer. Conocer la historia bien, nos permite ver que estos horribles hechos son posibles... y nos permite aceptar que, lamentablemente, continúan sucediendo. Álex Lemún, Matías Catrileo, Jaime Mendoza Collío son gritos de dolor que demuestran esta realidad.

Quizás hoy, 7 de noviembre de 2010, llueve porque el cielo mismo llora los ocho años de impunidad tras el asesinato de Álex Lemún.

Estos son hechos sumamente importantes. Y sumamente urgentes, aunque para muchos lo son menos que sus asuntos cotidianos, o que la novela de la TV, o que la partida de un entrenador de fútbol.

Llueve otra vez, cuando menos lo esperábamos... aunque fuimos advertidos.