¿Le gusta escuchar programas de radio o leer artículos sobre economía? Aparentemente, a la amplia mayoría de las personas no mucho. Sin embargo, hay más interesados en el tema de lo que parece, y aun entre los que no se sienten apasionados por él hay muchos que se informan aunque sea un poco sobre el asunto. Y no debe sorprendernos: La economía nos toca a todos. Cada vez que sube el precio de los combustibles todos nos vemos afectados, de un modo u otro, por citar sólo un ejemplo.
Por eso, cada vez que un economista habla lo escuchamos con atención, tratando de quedar lo mejor informados posible sobre lo que se nos viene encima y cómo se verán afectados nuestros bolsillos. Confiamos en que los economistas son profesionales; que la economía es una ciencia. Y, por favor, no me malinterpreten: No estoy diciendo que no lo sea. Sin embargo, convengamos —cuando menos— en que está muy lejos de ser una ciencia exacta. En ella hay mucho de especulación y de opinión personal. Es en esto, lo de la opinión personal, donde yace lo no científico, y —por tanto— donde radica el peligro al que quiero apuntar: El dogmatismo.
Muy pocas veces he oído a un economista criticar el sistema económico. Máximo discute si el Banco Central debe o no bajar la tasa de interés, o si el Gobierno debe o no intervenir para detener la caída del dólar. Pero ¿cuántas veces han oído a un economista cuestionar la existencia misma del Banco Central? ¿o el papel del Estado en la Economía? ¿o la existencia —ya que estamos en ello— del Estado?
La forma como se habla de economía da a entender que el sistema es incuestionable.
No dije "infalible". Dije "incuestionable". Muchos economistas sí han apuntado a las fallas del sistema. Pero, en general, tratan de solucionarlas —si es que realmente tratan— con elementos del mismo sistema. No plantean la idea de cambiarlo.
En otras palabras, tratan el sistema económico como si fuera un elemento de la naturaleza. Son menos revolucionarios e innovadores que los mismos biólogos, muchas veces, que han intentado —con diferentes grados de éxito— alterar genéticamente especies, o cosas similares. Lo que olvidamos, entonces, es que lo que la economía estudia no es un volcán o una célula —que estaban aquí antes que nosotros—, sino una serie de hechos, conductas e instituciones que nosotros mismos inventamos. Somos los creadores de quello que la ciencia llamada economía estudia. Por lo tanto, no hay motivo alguno para tratar a ese objeto de estudio como si fuera inalterable, incuestionable por parte de nosotros, sus creadores.
En esto, la economía es una ciencia más cercana a la sociología que a la biología, ya que estudia tendencias que hemos ido formando nosotros mismos, no elementos que estaban aquí antes de nosotros. Y hasta de ésta se diferencia en el hecho que la sociología estudia fenómenos y conductas que se dieron sin diseño previo, sino por la suma involuntaria de diversos elementos. En cambio, la economía estudia hechos e instituciones que se formaron a propósito. Sus creadores los diseñaron.
No reconocer este hecho y hablar de economía como si el sistema fuera inalterable es dogmático, no es científico. La ciencia, por definición, es lo opuesto del dogma. Lo paradójico es que por la forma como se tratan las opiniones de los economistas, como si fueran hechos científicos y no opiniones, hacemos de la economía una "ciencia dogmática".
Admito que a esta altura de la historia el sistema económico global es complejo, y requiere de estudio. No es eso lo que discuto. Tampoco cuestiono el que hay muchas partes del sistema que surgieron como una necesidad del mismo, sin mayor diseño por parte de algún humano. Pero, por favor, no hablemos de la economía como si se tratara de geología o biología. No hablemos de ella como si fuera inalterable, inmodificable.
¿Tiene alguna importancia práctica esto? ¡Claro que sí! Cada vez que surge alguna persona con la idea de modificar el sistema económico, o que simplemente no se traga los dogmas de los economistas, es tratado como "poco científico" por parte de la gran mayoría de los economistas. Pero, recuerden: En ese momento los economistas están dando una opinión, no enunciando un hecho científico.
Por eso, cuando se habla de elecciones y se incluye la opinión de un economista, éste, la infinitamente mayor parte de las veces, tenderá a "satanizar" a aquellos candidatos que plantean modificar el sistema, aquellos que no ven el sistema económico como algo inalterable. Lo tratarán de irresponsable, aterrorizándonos con apocalípticas visiones del futuro de nuestros bolsillos. Y como nosotros no somos economistas, y ellos sí, los escuchamos como un paciente escucha a un médico, sin atrevernos a cuestionarlos. De ese modo, muchos electores —muchos más de los que se cree— cuando llegan a la urna hacen lo que los economistas dogmáticos les han dicho. Esto ha sido un factor clave en la perpetuación del sistema injusto en el que vivimos.
Por eso, la próxima vez que oiga a un economista, escúchelo con respeto a sus amplios y acuciosos estudios. Pero recuerde que lo que él ha estudiado es un sistema que otros humanos, como usted y como yo, diseñaron e implementaron; y no siempre con buenas intenciones. Algo, por tanto, que tenemos todo el derecho a modificar. No deje que lo asusten demasiado sus visiones "armagedónicas" del futuro ante la posible elección de un candidato que quiere cambiar el actual sistema económico lleno de injusticias. No permita que triunfe el dogmatismo.
La economía no es un volcán. Es una máquina.
Somos complejos los humanos.
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