A veces, sobretodo cuando voy en el metro, me descubro mirando a la gente con el interés que un astrónomo tiene en los planetas u otros cuerpos celestes. Fascinado, casi como si estuviese frente a una materia de estudio extraña y tremendamente desconocida. Y en un segundo recuerdo —con un buen grado de sorpresa— que soy uno de ellos. Que soy de la misma especie.
Los retratos gigantes que hallé en la estación Bellavista del metro de Santiago me hicieron detenerme. Quien los haya pintado sin duda ha observado a la gente de un modo similar, estoy seguro. Seleccionó ejemplares modelos de las variedades disponibles en esta especie, la humana; variedades que a veces parecen tan distintas, a pesar de que seamos todos tan semejantes.
Somos mucho mejores cuando somos amados. Somos mucho más parecidos que diferentes. Somos complejos los humanos.
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