miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿Taiwán? ¿o te hací'? ("Una sola China")

"Una sola China"

Dicho así, suena bien. Parece un mensaje de unidad. Parece un mensaje conciliador.

Sin embargo, al ver todo lo que está implicado en esa frase, queda muy claro que en la práctica se está amparando la agresión de un Estado contra otro, en la práctica.

"China" es como le decimos hoy popularmente al país cuyo nombre oficial es "República Popular de China". Su sistema de gobierno difiere en muchas cosa de las democracias occidentales, sin que yo ahora vaya a referirme a si esto la hace moralmente reprensible o no. Tampoco quiero que se interprete como que creo que las democracias occidentales son "el mundo libre" y todos los demás son esclavos reprimidos. Esa es la imagen que a algunos les gusta vendernos, pero yo no la compro ni la vendo.

Volviendo a "China". Decíamos que su nombre oficial es República Popular de China (RPC). Esto es importante porque en el mundo hay otra "China": la llamada República de China (RDC). Su territorio actual es pequeñísimo. Pero alguna vez fue más grande que el de la "China" moderna (RPC).

Dicho de forma simple, lo que pasó en China fue una guerra civil: En ella, el bando que perdió no fue derrotado por completo, y logró mantenerse y defender un territorio. Esa es la República de China. En general, hoy la gente la conoce como Taiwán. Su capital es Taipéi, y es un país próspero. Sus autoridades se eligen por voto popular, y su esquema de gobierno es bastante más parecido al de las democracias occidentales que al de la República Democrática de China. 

Cuando En 1949 se redactó la Constitución de la RDC, se estableció Taipéi como su capital temporal, transitoria. Se esperaba que la guerra civil tuviera un vuelco y se lograra derrotar a la recién formada RPC, que había establecido su capital en Pekín. En ese tiempo, las Naciones Unidas mantuvieron a la RDC como miembro permanente del Consejo de Seguridad, de hecho, casi esperando que la guerra civil terminara reinstalando al gobierno de RDC en todo el territorio de China. Dicho de otro modo, se esperaba (¿se deseaba?) que la RPC perdiera la guerra.

La historia, sin embargo, fue diferente. Han pasado décadas, y el gobierno de la RDC no ha salido de su confinamiento en Taiwán, la principal de las pequeñas islas que tiene bajo su régimen y soberanía. En cambio, la RPC, con capital en Pekín, se ha transformado en una potencia mundial en sentido económico y militar que rivaliza con la superpotencia de Estados Unidos. La guerra no tuvo el vuelco esperado. Tanto es así, que en 1970 las Naciones Unidas le quitaron a RDC su sillón en el Consejo de Seguridad, y se lo dieron a la RPC, la "China" que todos conocemos.

Desde hace décadas que el gobierno de Pekín, el de la RPC, sostiene que la RDC debe desaparecer e integrarse con ellos. Ha habido diferentes tonos y se ha planteado en diferentes términos a lo largo del tiempo, pero básicamente Pekín quiere terminar de ganar la guerra civil que no ganó en la década del 50. Quiere acabar con el Estado que, en la práctica, se formó como consecuencia de dicha guerra.

Lo que es extraño es que el gobierno de Pekín se declara oficialmente comunista. A mí quizás eso no me moleste, o quizás sí, pero ese no es el tema ahora. El tema es que parece muy curioso que los gobiernos de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, etc., no hablen en contra del régimen comunista de China, ni suelan condenarlo, ni mucho menos sancionarlo, por sus atropellos a los derechos humanos, como sí hacen con frecuencia con Cuba. Gruñir y sancionar a un país chico no es problema, pero irse en contra del gigante asiático es bastante más complicado.

No estoy pidiendo en estas líneas que sancionen a la RPC. Estoy apuntando a la inconsecuencia de los que no la condenan pero sí sancionan a Cuba, por hechos similares en naturaleza (aunque no en cantidad).

Aquí es donde entra nuestro gobierno. Sí, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, declaró en su visita a la RPC que él estaba de acuerdo con el principio de "una sola China". Con eso, no sólo comete la misma incoherencia que cometen las potencias occidentales, de hablar en contra de los regímenes comunistas pero no condenar por ello a China; sino que además está apoyando a Pekín en su deseo de incorporar a la RDC a su territorio y hacerla desaparecer como Estado soberano. En el fondo, está avalando la absorción de un Estado chico por uno grande. 

Para ponerlo en términos más cercanos, sería como que dijera que le parece bien que Estados Unidos se tome Panamá y haga desaparecer el Estado panameño y convierta a ese territorio en parte de Estados Unidos. ¿Suena bien eso? ¿Qué me dirías si cambiamos el nombre del país chico de Panamá a, digamos, Chile? ¿Te gustaría que un país gigante nos absorbiera sin nuestro consentimiento? ¿Te parecería bien que un Presidente de un país distante dijera que eso está bien?

Las versiones oficiales de "las dos Chinas" pueden decir muchas cosas, pero en la práctica hace medio siglo que son dos países independientes, con pueblos diferentes y con organización política y cívica diferente. Si llega el día en que ambos pueblos decidan unirse y formar un solo país, bien por ellos. Es asunto de ellos y si así lo prefieren, que así lo tengan. Pero eso no es algo que deba imponerse por el más grande al más chico, ni mucho menos algo que deban decidir un gobierno, sin considerar la voluntad del pueblo, que es el soberano, al fin y al cabo. Pero aun peor que eso, es el entrometimiento de un tercero en una materia que no le compete en absoluto, y que lo haga, a todas luces, por simples intereses económicos. Lo que Piñera ha hecho es elevar el principio comercial "el cliente siempre tiene la razón" al nivel de las relaciones diplomáticas, a las relaciones entre países.

¿Alguien dijo que el que sea empresario especulador no importaba?

Si un día Brasil y Ecuador deciden unirse por voluntad de los pueblos de ambos países, bien por ellos. Pero si se tratara de la exigencia del Gobierno del país más grande y poderoso, Brasil, no se trataría de unión, sino de anexión. Y estaría muy mal que nuestro Gobierno apoyara la decisión de ese Gobierno extranjero por el mero hecho de ser un cliente demasiado importante como para enemistarlo.

Es obvio que Piñera y sus asesores se aventuraron a hacer esto porque sabían que los chilenos no tenemos ni la menor idea de la historia de China. No se habrían atrevido a hacer algo así en con países más cercanos. En ese caso nos habríamos escandalizado y le habrían llovido las críticas. Pero como se trata de un tema en el que somos ignorantes, le "echaron pa'elante" y "pasaron piola". Contaron con nuestra ignorancia. Contaron con los "buenos" efectos de nuestra mala educación. "Buenos" para sus pretensiones. "Buenos" para los intereses económicos que en su opinión son más relevantes que los morales. Esta es una de las razones por las que nuestra educación no ha sido mejorada. A ese sector de nuestra sociedad no le conviene un pueblo educado. Un pueblo educado fiscaliza a sus autoridades. Un pueblo educado critica, pide cuentas, está atento.

Si has llegado a leer esto, te lo agradezco, y te felicito. La mayor parte de mis contactos en Twitter hablan hoy de la partida de un entrenador de fútbol, como si fuera el tema más relevante de la actualidad nacional. Y es el único tema que ha levantado críticas masivas contra el Gobierno. Es que, bueno, es la educación que se nos ha dado, y la que hemos permitido que se nos dé. Es, al final, la educación que nos hemos dado.

Una vez más me he extendido demasiado. Que Taiwán nos perdone. Nuestro Presidente ha hablado en nuestro nombre, y no hemos dicho "estás equivocado". Y en nuestro nombre ha dicho que Taiwán no debe ser libre, que debe ser sometido por una potencia extranjera (¿o "estrangera"?). Qué pena que no le hayamos contestado con fuerza y con claridad "¿Taiwán? ¿o te hací'?"



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