domingo, 7 de noviembre de 2010

Llueve otra vez, cuando menos lo esperábamos (Aunque fuimos advertidos)

Cuando empecé esta página web, pretendía escribir reflexiones sobre cosas aparentemente sin importancia, pero profundas y relevantes. Cosas trascendentes. Cosas que solemos desatender por dar prioridad a las momentáneas que sean urgentes. Es muy fácil confundir lo urgente con lo importante. Debido a esto muchas veces desatendemos cosas que sí son importantes, sólo porque no son tan urgentes como otras.

A pesar de esa intención inicial, me he visto arrastrado a escribir sobre temas más momentáneos. Aunque siempre con el objetivo de que nos digan algo sobre temas subyacentes de mayor peso. Es el caso de la autodenuncia de un usuario de Twitter ante un tribunal; o el recuento de hechos que se sucedieron el 11 de septiembre de 1973, que puse aquí a pedido de varios usuarios de Twitter que leyeron mi publicación gradual de ellos en esa plataforma. Sí, Twitter ha influido en esta página web de reflexiones.

Hoy me siento convocado nuevamente por hechos tristes y amargos a reflexionar, y a denunciar. No es que quiera ser una persona triste. Es que no quiero cerrar los ojos a la realidad y hacer como que nada malo ocurre.

El 7 de noviembre de 2002, Álex Lemún Saavedra (para entonces de 17 años) recibió un tiro en la cabeza que resultó en su muerte. Su asesino no era un ciudadano cualquiera: Era un carabinero. Tampoco un carabinero cualquiera: Era mayor de Carabineros. ¿Su nombre? Marcos Aurelio Treuer Heyssen. Tras ocho años, nunca se ha hecho justicia. Marcos Treuer sigue en servicio activo, y ha sido ascendido en su institución desde entonces.

Hoy se cumplen 8 años del cobarde ataque a Álex, un menor de edad. ¿Por qué no se ha hecho nada? Supongo que si el asesinato se hubiera dado en Las Condes y no en Ercilla; y si la víctima fuera de apellido Edwards y no Lemún, la "Justicia" habría sido más rauda y fluida.

El caso de Matías Valentín Catrileo Quezada (22 años al momento de ser asesinado en 2008) es similar. Su asesino, el cabo de Carabineros Walter Ramírez Inostroza, fue hallado culpable por la Justicia, y condenado. Pero su pena (sólo 3 años de cárcel) no sólo fue corta, sino que fue remitida: Los dos años que duró la investigación y el juicio se consideraron suficientes para dar la pena por cumplida. Hoy Walter Ramírez está libre. Pero no sólo eso: Sigue siendo carabinero. Está en servicio activo en Aysén. No fue dado de baja por la institución, a pesar de haber sido condenado por un tribunal. En otros casos, un simple robo ha sido suficiente mérito para dar de baja a un funcionario de Carabineros. ¿Tengo que mencionar que el apellido de Matías es Catrileo y no Edwards?


Jaime Facundo Mendoza Collío (24 años al momento de su muerte en 2009) fue asesinado por Miguel Patricio Jara Muñoz, carabinero perteneciente al GOPE, la rama militarizada de la policía de Chile. Hoy se ha descubierto que después de haberlo asesinado, Miguel Jara y sus compañeros (muy probablemente con la complicidad de su jefatura) alteraron las evidencias y la escena del crimen para exculpar al asesino. Lo que digo se ha publicado en medios serios. No se trata de una acusación al aire. Aquí hay un ejemplo.


A veces uno lee en la historia los asesinatos cometidos con la más completa impunidad por autoridades , como el caso de Herminda de la Victoria, o la matanza de la escuela Santa María de Iquique, y piensa que esas aterradoras realidades son cosa del pasado. Supongo que nos decimos eso para quedarnos tranquilos y seguir con nuestras vidas. Lo cierto es que este tipo de hechos sigue sucediendo.

Hoy llueve sobre Santiago, a pesar de ser noviembre. Durante toda la semana se nos advirtió que esto sucedería. Aun así, me costaba imaginarme que llovería a esta altura de la primavera. Nunca he visto que suceda, así es que no va a suceder... parece que eso es lo que pensé.

Quizás lo mismo nos ocurra con estas historias de asesinatos impunes. "Nunca las he visto, no pueden ser verdad". Nuestro cerebro nos protege del dolor. O eso intenta. Lo cierto es que si le hacemos caso, nos volvemos indiferentes, violentamos el sentido de la justicia, y abrimos la puerta para que estas atrocidades ignominiosas sigan ocurriendo. Quién sabe, tal vez un día nos toquen de cerca. Quizás cuando el muerto, o el torturado, sea un amigo o familiar nuestro, clamaremos por justicia. Y entonces palparemos la gélida indiferencia de la mayor parte de la sociedad, que prefiere seguir con sus vidas como si nada hubiera pasado. "Nunca lo he visto, no puede ser verdad". Como la lluvia de hoy.

No son pocas las personas que advierten de estas atrocidades. Tal como no fueron pocas las que nos advirtieron de la lluvia de hoy. Pero no las escuchamos, ni a las unas ni a las otras. Llamo desde estas humildes líneas, a los pocos lectores que tendrán, a no dejar que el olvido nos consuma, ni que la indiferencia nos mate antes que se nos detenga el corazón. Si conociéramos bien la historia, veríamos que estos crímenes han sucedido, son reales, son ciertos, son posibles. Conocer la historia bien, rompe la ilusión del "nunca lo he visto, no creo que suceda". Conocer la historia bien, nos ayuda a ver que incluso hoy las condiciones están dadas para la impunidad de los asesinos con poder estatal, que nada les impide volver a cometer los mismos crímenes de ayer. Conocer la historia bien, nos permite ver que estos horribles hechos son posibles... y nos permite aceptar que, lamentablemente, continúan sucediendo. Álex Lemún, Matías Catrileo, Jaime Mendoza Collío son gritos de dolor que demuestran esta realidad.

Quizás hoy, 7 de noviembre de 2010, llueve porque el cielo mismo llora los ocho años de impunidad tras el asesinato de Álex Lemún.

Estos son hechos sumamente importantes. Y sumamente urgentes, aunque para muchos lo son menos que sus asuntos cotidianos, o que la novela de la TV, o que la partida de un entrenador de fútbol.

Llueve otra vez, cuando menos lo esperábamos... aunque fuimos advertidos.

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